El día más triste del año
Dicen que el tercer lunes del año es el día más triste de cada año. No estoy seguro, al parecer hay estudios que lo prueban, aunque obviamente es un asunto subjetivo. Pero tiene sentido: las vacaciones han quedado atrás, el trabajo y la escuela se han reanudado y hay que ponerse a trabajar, no hay de otra. Por si eso no fuera suficiente, el clima suele estar frío y nublado. Entonces, según esto, ayer fue el día más triste del año.
Pero no para mí. Espero que tampoco para ustedes. Ayer escribí un rato mientras tomaba un cafecito y escuchaba un álbum de Ikuko Harada. Eso me hizo feliz. También, ayer cumplió años mi hermana y, aunque no vive en esta ciudad, hablamos un rato. Me alegró saber que está bien y con muchos proyectos en puerta. Se dedica a la fotografía y a administrar un espacio cultural; un proyecto que, por cierto, durante años soñó y hoy ya es una realidad.
Por la tarde fui a correr con mi perrita, Maca. Tiene mucha energía, más que yo. Tal vez porque todo el año pasado no hice mucho ejercicio. Por la noche vi Netflix y Crunchy Roll.
No, aunque ayer no pasó nada extraordinario, no me sentí triste.
A veces me preocupo mucho por eso: quiero que cada día sea genial, que pase algo muy bueno o especial. Y me pongo algo triste cuando no pasa nada. Si el día es muy rutinario, le pregunto a mi esposa después del trabajo: ¿Qué vamos a hacer hoy para celebrar? Así le digo, “para celebrar”, aunque no haya un motivo particular para celebrar. Y entonces celebramos. No compramos pastel ni nada, solo vemos una película divertida y comemos algo rico. O vamos a algún café y leemos, y cada cierto tiempo le cuento qué está pasando en el libro que leo y ella hace lo mismo.
Lo malo de ayer fue leer en las noticias sobre los casos de quimioterapia falsa en Veracruz, la balacera en en el concierto de Playa del Carmen, entre otras. Como a muchos, me afectan y me siento terrible por no saber cómo ayudar. A veces pienso que haciendo mi mayor esfuerzo en el trabajo, en mis clases, de alguna forma contribuyo a mejorar las cosas. Pero nunca siento que sea suficiente.
En todo caso, se supone que ayer era el día más triste del año y, por suerte, no lo fue para mí. Eso me da esperanza: habrá días peores y, sobre todo, habrá días mejores.